Aunque los mercados de renta variable no representan la economía, sí que deberían ser un reflejo de esta. Cuando la totalidad de las empresas cotizadas en un mercado crece a un ritmo tan superior al del PIB, creemos que es señal de desequilibrio en unas tendencias de asignación de capital que podrían no sustentarse en la realidad. Del mismo modo que el precio de las acciones de una empresa puede no estar en sintonía con sus fundamentales, un mercado de renta variable desincronizado con la economía real apunta a una distorsión que podría corregirse.
Señales de cambio a comienzos de 2025
Creemos que las tendencias del mercado a comienzos de 2025 podrían anunciar un reequilibrio de las rentabilidades de la renta variable. El punto de partida es la fuerte concentración del mercado estadounidense en un pequeño grupo de acciones de megacapitalización.
A finales del primer trimestre, las Siete Magníficas representaban casi un tercio de los 51,8 billones de capitalización de mercado del S&P 500. Durante el primer trimestre, las rentabilidades de los valores de megacapitalización fueron heterogéneas, ya que cada vez se cuestionaba más su capacidad para generar beneficios. Sin duda, las Siete Magníficas, como grupo, se comportaron mejor en el segundo trimestre. Esto indica que una posible reducción de la concentración del mercado no se producirá en línea recta. Si las empresas tecnológicas disruptivas se encuentran a su vez con elementos disruptivos conforme pase el tiempo y la concentración del mercado estadounidense sigue corrigiéndose, prevemos un mayor reequilibrio a favor de las acciones no estadounidenses.
En el primer semestre de 2025, las acciones estadounidense se comportaron peor que los mercados globales en un contexto de creciente preocupación por la posibilidad de que las políticas arancelarias de Trump provocaran una desaceleración económica capaz de frenar el gasto de los consumidores estadounidenses. El aumento del gasto en defensa, tanto en Europa como en Japón, también contribuyó al repunte de los mercados no estadounidenses. Las acciones europeas y de mercados emergentes se han comportado especialmente bien, llegando a batir al S&P 500 a principios de junio.
El peor comportamiento relativo no ha pasado desapercibido para aquellos que están directamente involucrados con las empresas. Según un reciente análisis del Financial Times, en el primer trimestre del año los directivos estadounidenses con información privilegiada vendieron acciones de sus propias empresas a mayor ritmo que en los últimos 20 años. Esto significa que los propios directivos podrían estar preguntándose si la época de rentabilidades desenfrenadas de las acciones estadounidenses estaría llegando a su fin.
Catalizadores del cambio
¿Qué debe ocurrir para que las acciones no estadounidense registren una recuperación sostenida? Como se ha señalado antes, no es suficiente con que las valoraciones sean bajas. Hasta cierto punto, las políticas estadounidenses podrían seguir contribuyendo a la salida de capitales de EE. UU. si los aranceles infligen un daño sustancial a las empresas y la economía del país. Un aumento del gasto fiscal en Europa y Japón, así como la tan esperada salida del país nipón de su persistente deflación, también podrían servir de catalizadores para las rentabilidades de la renta variable no estadounidense y los flujos fondos hacia esos otros mercados. Un cambio en los flujos de capitales podría convertirse en un círculo virtuoso e impulsar las rentabilidades en Europa, Asia y los mercados emergentes, regiones que, con el tiempo, podrían atraer más capital e inversores en busca de mercados distintos de EE. UU.
Ya están apareciendo grietas en el mercado. Las acciones estadounidenses se comportaron peor que las no estadunidenses desde enero hasta mediados de junio. El coste de las permutas de riesgo de deuda soberana estadounidense ha aumentado en los últimos tiempos hasta alcanzar niveles relativamente altos, lo que indica menor confianza en EE. UU. como destino seguro de inversión. Por otra parte, el yield del bono del Tesoro estadounidense a 30 años se ha disparado, mientras que se prevé que el USD siga depreciándose. En conjunto, estos hechos indican un mayor riesgo de la renta variable estadounidense.
Nadie puede predecir cómo podría materializarse una posible recuperación de las acciones no estadounidenses. A nuestro juicio, la clave para aprovechar el cambio en el sentimiento del mercado es ser selectivos a la hora de elegir empresas con negocios de calidad y un potencial de crecimiento de los beneficios hasta ahora ignorado y que, posiblemente, conduzca a una recuperación a largo plazo. Dado que las acciones no estadounidenses llevan tanto tiempo siendo impopulares, es posible encontrar empresas con fundamentales sólidos en todo el mercado, ya sea en los segmentos value y growth o en el defensivo. Los inversores con distintos apetitos por el riesgo pueden descubrir numerosas vías para capturar una posible ampliación de los patrones de rentabilidad regionales en las carteras de renta variable.