Es probable que los hogares den marcha atrás, pero no mucho
Teniendo en cuenta los buenos datos de ahorro e ingresos que observamos, no es de extrañar que los hogares hayan conseguido mantener su consumo en los últimos trimestres. Sin embargo, prevemos que esta situación cambie por varias razones.
En primer lugar, vemos señales de que el mercado laboral comienza finalmente a debilitarse. El crecimiento de los salarios ha empezado a ralentizarse y el ritmo de contratación registra una leve desaceleración, unas tendencias que prevemos continúen. También creemos que los hogares ya se han gastado la mayor parte del exceso de ahorro que acumularon durante la pandemia: los saldos de los activos líquidos se han reducido hasta situarse en torno a su tendencia a largo plazo.
Más allá de las cuestiones básicas, es probable que otros factores hagan mella en el consumo de ahora en adelante. Está previsto que a principios de octubre se reanude la amortización de los préstamos estudiantiles, suspendida desde hace unos tres años, lo que afectará a casi todos los prestatarios. Además, el 16 de octubre, los hogares y las empresas californianos deberán pagar los impuestos que fueron aplazados por los eventos climatológicos del invierno y la primavera, lo que también afectará a las finanzas de los hogares.
Ninguno de estos factores nos hacen pensar en un inminente hundimiento del consumo. Sin embargo, sí que prevemos que los hogares reduzcan algo su gasto de ahora en adelante, a medida que disminuya la fortaleza de sus finanzas colectivas.
Un patrón de espera para el gasto global y apuesta por opciones más baratas
Ya vemos señales iniciales de esta transición, aunque los niveles de gasto globales apenas han cambiado en los últimos tiempos. Detrás de este patrón de espera para el gasto se observa una combinación cambiante en los hábitos de compra: la adquisición de bienes retrocede hacia los niveles previos a la pandemia, mientras que el gasto en servicios sigue siendo sólido. Mientras que los aparatos domésticos y las barbacoas marcaron el período de «quedarse en casa» por la pandemia, ahora las preferencias se inclinan cada vez más hacia los billetes de avión y las estancias en los hoteles los
Los consumidores también comienzan a apostar por opciones más baratas a la hora de comprar. Esta tendencia podría suponer una renuncia a los restaurantes de mayor nivel y una mayor preferencia por las cadenas de comida rápida. También podría traducirse en una apuesta cada vez mayor por las marcas blancas en lugar de los productos de marca. Todas estas señales apuntan a un sector del consumo cada vez más consciente de los precios y del gasto.
Teniendo en cuenta todas estas circunstancias, es probable que se cree un entorno de ligero aumento de las señales de tensión, como cancelaciones de tarjetas de crédito y morosidad. No obstante, creemos que los consumidores siguen teniendo reservas suficientes como para que la incipiente desaceleración no sea muy acusada.
La principal variable que hay que vigilar es el mercado laboral. La historia demuestra que mientras los ingresos sigan llegando, los hogares norteamericanos probablemente los gastarán.