Aunque los mercados esperan que tanto la Fed como el BCE bajen los tipos en verano, la evolución macro podría cambiar esa previsión.
Los mercados están impacientes por que comience el ciclo de rebajas de tipos a medida que la inflación sigue moderándose. La Reserva Federal estadounidense y el Banco Central Europeo (BCE) revisarán sus políticas monetarias en las reuniones que celebrarán en verano, y los inversores prevén que ambos comiencen a bajar los tipos a partir de esa fecha. Creemos que se trata de una hipótesis realista si nos atenemos a los datos económicos publicados.
No obstante, existe otro factor que podría influir en el turno de bateo: el hecho de que cada banco central tenga un mandato propio que determine su respuesta de política monetaria a los cambios en la economía.
La economía estadounidense —sobre todo el mercado de trabajo— mantiene su solidez, y esto genera dudas en cuanto a si la inflación del país caerá con la rapidez esperada y si la Fed podría retrasar su primera bajada, quizás hasta pasado un tiempo. ¿Se quedaría quieto el BCE en esas circunstancias?
La diversidad de mandatos genera motivaciones distintas
Mientras que el mandato de la Fed abarca tanto la inflación como los objetivos de desempleo, el BCE tiene como misión centrarse exclusivamente en la estabilidad de precios para que la inflación se mantenga cerca o por debajo del 2%. Por tanto, creemos que el BCE posiblemente bajaría los tipos en caso de que la Fed retrasara el inicio de su ciclo de recortes, siempre y cuando la inflación de la zona euro se mantenga en una senda bajista que la aproxime al objetivo marcado.
La toma de decisiones del BCE debería seguir tres principios. Básicamente, el Consejo de Gobierno debe evaluar lo siguiente: 1) la eficacia de la política monetaria para contener las presiones inflacionistas; 2) si los componentes subyacentes de la inflación están cayendo; 3) las perspectivas de inflación atendiendo a los datos disponibles.
El banco ha enfatizado su determinación de seguir evaluando los nuevos datos que vayan publicándose y de estudiar los posible efectos de segunda ronda que provoquen sus decisiones. No obstante, si nos atenemos a los datos de que disponemos en estos momentos, creemos que el BCE tendría el camino despejado para ser el primero en bajar los tipos.
La transmisión de la política monetaria sigue siendo eficaz, como demuestra el endurecimiento de las condiciones crediticias y el menor crecimiento del crédito. La inflación general registró un fuerte descenso en 2023 y sigue cayendo más rápido de lo previsto. Además, aunque la inflación subyacente —concretamente la de servicios— sigue siendo algo más persistente, poco a poco va siguiendo una senda bajista similar a pesar de las presiones salariales.
Por otro lado, la previsión y las proyecciones del BCE en marzo reflejaban nuevos descensos de los precios, de manera que la inflación general se situaría en el 2% en 2025 y en el 1,9% en 2026. Básicamente, la inflación ya está en su objetivo a medio plazo y es previsible que en verano haya nuevas revisiones a la baja.
En el lado «hawkish», algunos miembros del Consejo de Gobierno del BCE siguen preocupados por los incrementos salariales. No obstante, creemos que los datos aplacarán ese temor, dado que el crecimiento de los salarios se redujo ligeramente en el cuarto trimestre de 2023 y se prevé que siga desacelerándose en 2024 (Gráfico).
Por tanto, creemos que en los próximos meses se cumplirán todas las condiciones macroeconómicas necesarias para que el BCE comience a rebajar los tipos en verano.