Cuando los precios suben con rapidez, las empresas se enfrentan a una serie de presiones tanto por el lado de los costes como por el de los ingresos de sus negocios. Creemos que las empresas de alta calidad, con flujos de caja sólidos y constantes, tienen más formas de proteger sus márgenes incluso cuando los costes de los materiales aumentan. La capacidad para fijar precios —una característica importante de la calidad en cualquier mercado— es un atributo esencial, ya que permite a las empresas elevar los precios sin temor a perjudicar la demanda.
Las medidas de rentabilidad, como el rendimiento de los activos o el rendimiento del capital invertido, son indicadores importantes de la calidad y permiten predecir la capacidad para generar beneficios futuros. Asimismo, las empresas que mantienen una disciplina de capital se verán recompensadas en un entorno de subidas de tipos. Las empresas que llamamos quality compounders (compañías con crecimiento duradero apoyadas por tendencias estructurales a largo plazo) tienen modelos de negocio de éxito y beneficios sostenibles, respaldados por un buen control de la asignación del capital y un comportamiento ESG positivo. Los activos inmateriales, como la marca, la cultura, el I+D y las patentes, también son atributos valiosos, especialmente en épocas de tensiones. Estas características favorecen el aumento de los beneficios acumulados a partir de factores de crecimiento constantes en los distintos ciclos del mercado.
Encontrar la estabilidad en unos beneficios más predecibles
Proteger las carteras de las tensiones geopolíticas es difícil. Riesgos como la guerra de Ucrania o los resultados electorales son intrínsecamente impredecibles y pueden tener efectos inesperados sobre los mercados. A nuestro juicio, pronosticar los resultados de las cuestiones geopolíticas no es una estrategia de inversión prudente. Sin embargo, podemos centrarnos en valores con patrones de beneficios más predecibles que otros, incluso en tiempos difíciles en los que nada es evidente. Nuestro análisis indica que, a lo largo del tiempo, las empresas de este tipo suelen ofrecer rentabilidades superiores a las del mercado con mejores características de riesgo, lo que dota de estabilidad a la cartera.
Hay muchos tipos de empresas estables y no suelen ser valores defensivos típicos. Un ejemplo es el sector tecnológico, que nunca se ha considerado realmente una parte defensiva del mercado. Hoy en día, sin embargo, algunas empresas tecnológicas proporcionan servicios que son tan fundamentales para la infraestructura global de datos que sus patrones de beneficios y resultados son tan fiables como los de las eléctricas, una apuesta defensiva más tradicional. Los habilitadores tecnológicos suponen una pieza importante del puzle, ya que proporcionan hardware, software y servicios esenciales para hacer frente a las presiones macroeconómicas y geopolíticas actuales. Por el contrario, los valores tecnológicos de fuerte crecimiento no tienen características defensivas, y muchos se han desplomado este año.
El foco en la valoración ayuda a reducir el riesgo
Las acciones estables no funcionarán si están demasiado caras. Por eso, para construir una cartera defensiva de renta variable es importante verificar que las acciones se negocian a valoraciones relativamente atractivas. Hoy en día, cuando la subida de tipos de interés puede provocar un riesgo de valoración, mantener la disciplina de precios mejora las oportunidades de éxito de una cartera de renta variable con una menor volatilidad.
Centrarse en estos atributos es la clave para crear una cartera de renta variable que caiga menos que el mercado en momentos de declive. Si el descenso es moderado, resultará más fácil recuperarse de las pérdidas con rapidez cuando el mercado rebote. En momentos como los actuales, con unas perspectivas tan turbias, es difícil imaginar cuándo llegará el punto de inflexión. Mantener una cartera cuidadosamente seleccionada compuesta por valores estables de empresas de calidad puede beneficiar a los inversores cuando lleguen tiempos mejores.