Sin embargo, el sentimiento inversor sigue dominado por el nerviosismo. Después de presenciar cómo dos de las mayores quiebras bancarias de la historia de Estados Unidos se desarrollaron a la velocidad de la luz, quedan muchas preguntas por responder. ¿Cuáles serán las repercusiones de estos acontecimientos en el sector bancario? ¿Cómo afectará a la economía real el aumento o descenso de los depósitos, una regulación potencialmente más estricta y la capacidad del sistema financiero para ampliar el crédito? ¿Pueden los mercados de crédito privado ayudar a llenar el vacío creado en caso de un endurecimiento de los préstamos bancarios? ¿Qué otras partes del mercado son vulnerables a las subidas de tipos?
Estas preguntas ocuparán un lugar destacado en las agendas de todos los inversores en los próximos meses. La tensión del sector no se produjo en un vacío; al igual que la crisis de la inversión impulsada por los pasivos ocurrida en Reino Unido el pasado septiembre, nos recordó que los efectos dominó de un nuevo régimen de tipos de interés no han hecho más que empezar. Los inversores activos deben buscar vínculos ocultos entre las empresas y las exposiciones a tipos de interés para sacar a la luz los riesgos en evolución.
La nueva regulación bancaria podría afectar a la rentabilidad
Los bancos merecen especial atención. Tras los acontecimientos recientes, se espera que los órganos de control bancario endurezcan la regulación y los requisitos de capital: esto podría dar lugar a unos bancos más seguros, pero también probablemente menos rentables. Cabe esperar que las entidades de crédito más sólidas y alejadas del epicentro de la crisis se encuentren mejor preparadas para afrontar la persistente volatilidad. Es posible que algunas se beneficien de una huida hacia la calidad, cuando los titulares de depósitos trasladen los fondos de entidades regionales más pequeñas a gigantes bancarios de mayor importancia sistémica y con negocios resilientes considerados «demasiado grandes para quebrar».
La dinámica del sector bancario determinará la disponibilidad de crédito —una cuestión clave para la economía—. En los Estados Unidos, los bancos regionales son los principales proveedores de crédito para pequeñas empresas e inmuebles comerciales, por lo que, cuando los depósitos se trasladen a bancos más grandes y fondos del mercado monetario, puede que escasee el capital. Esto podría ralentizar el conjunto de la economía, al poner en dificultad a sectores ya acuciados por las subidas de tipos y los cambios pospandemia, tales como los inmuebles comerciales, que mantienen unas tasas de ocupación bajas.
Evaluación de las presiones de los tipos en los diferentes sectores
Si bien los bancos tienen importancia sistémica para la actividad económica, las acciones financieras solo representan en torno al 13% del S&P 500 y el 15% del MSCI World. La moraleja de los episodios recientes no es simplemente que los bancos tenían bajos niveles de capital, sino más bien, que cualquier empresa que dependa de la financiación y afronte un riesgo de mercado podría ser vulnerable a presiones que acechan bajo la superficie.
La presión sobre los balances y la financiación representa siempre un potencial riesgo para cualquier empresa. Sin embargo, en un mundo en el que los tipos de interés han subido rápidamente hasta niveles no vistos en años, estos riesgos se han intensificado. Para muchas empresas, los pasivos actuales se adoptaron en un régimen de tipos de interés radicalmente distinto, por lo que sus estructuras financieras podrían tambalearse de repente.
Como resultado, los inversores deben examinar de cerca la exposición de cada empresa al ecosistema de financiación —y determinar si su balance es vulnerable al riesgo de subidas de tipos—. La exposición por asociación es otro punto de interés: debemos saber si una empresa pertenece a un sector que es probable que experimente grandes colapsos y cómo esto podría afectar a la empresa.
El aumento de los costes de financiación complicará la vida a las empresas que dependen de la financiación de la deuda en el marco de su modelo de negocio. Las empresas que acumulan demasiada deuda a corto plazo en sus balances podrían verse particularmente afectadas por las subidas de tipos. Los inversores deben evaluar, empresa por empresa, la dinámica del aumento de los costes de financiación y el endurecimiento de las condiciones comerciales en una ralentización o recesión. Creemos que este será el componente más importante para identificar empresas vulnerables o, por el contrario, afianzar la confianza en oportunidades de inversión a largo plazo.
Además de los problemas concretos de las empresas, los inversores también deberán estar atentos a las implicaciones para el conjunto del mercado de los acontecimientos recientes. Por ejemplo, los inversores que se han asustado por las quiebras bancarias podrían buscar más liquidez en sus asignaciones. Además, en los últimos años algunos inversores han aumentado sus posiciones en activos privados. Sin embargo, si encuentran dificultades para vender estos activos, es posible que se vean obligados a vender acciones en su lugar, lo que podría ejercer una presión bajista sobre la renta variable.
Tres lecciones generales para los inversores
De cara al nuevo trimestre, creemos que los inversores en renta variable deberían asimilar y aplicar a sus carteras y asignaciones tres lecciones generales aprendidas de la crisis bancaria.
La primera: prepárese para un endurecimiento de las condiciones del crédito y un aumento de los costes del capital, asegurándose de que sus carteras se centren en empresas de calidad que generen flujos de caja y no dependan demasiado de la refinanciación. La segunda: tenga cuidado con los mercados privados, que es posible que simplemente enmascaren pérdidas subyacentes y no reconocidas; las acciones ofrecen una transparencia y liquidez que deben ser apreciadas en este entorno. Por último: no se deje llevar por el pánico cuando aumente la volatilidad —recuerde que, tras un periodo muy accidentado, los mercados cerraron el primer trimestre con ganancias—. Las estrategias con un horizonte a largo plazo y un enfoque disciplinado de las valoraciones pueden hacer frente a los riesgos emergentes con convicción —y ofrecer a los inversores la confianza necesaria para mantener el rumbo, pase lo que pase—.