Señales clave en el camino hacia la neutralidad

12 febrero 2022
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Dado que el cambio climático se está intensificando, también es cada vez más necesario actuar para ralentizar el calentamiento global y avanzar hacia la neutralidad en las emisiones de carbono. La solución debe venir de la mano de todas las partes implicadas: responsables normativos, empresas, propietarios de activos, gestores de inversión y el mundo académico,incluso, ciudadanos de a pie. A continuación, abordamos algunos de los temas más prominentes que han surgido en las conversaciones que hemos mantenido recientemente con expertos en clima, propietarios de activos y demás grupos de interés, en un mundo que se esfuerza para abordar este apremiante desafío.

Un reto global exige una iniciativa colaborativa interdisciplinar

Según se ha conocido recientemente, los retos que plantea el cambio climático son mucho mayores de lo que creíamos hasta hace tan solo pocos años. El cambio climático es un proceso altamente no lineal que presenta oleadas de eventos en cascada. Los avances en la formulación de modelos climáticos indican que el escenario de calentamiento de 2°C parece, cada vez más, tan crítico como parecía el supuesto de 4°C hace tan solo unos años, con unos riesgos de cola que se han subestimado en exceso.

El mundo todavía puede enfrentarse a este urgente reto y lograr a tiempo la neutralidad en sus emisiones. Es incluso posible lograr reducciones del 50% para 2030,ayudadas por el cambio de opinión de los inversores y el descenso de los precios de las energías renovables. Sin embargo, alcanzar las aportaciones fijadas a escala nacional conforme al Acuerdo de París será un maratón y nadie tiene todas las respuestas.

Con el fin de lograr nuevos avances hacia la neutralidad, deben confluir tres esferas amplias: políticas públicas, actividad del sector privado y especialización del mundo académico. Se necesitan políticas públicas para crear marcos reglamentarios y fiscales que perfilen las acciones del sector privado y desbloqueen oportunidades económicas; también se precisan incentivos y mandatos para fomentar mejoras en la comunicación de información sobre el clima, los datos y la transparencia.

El sector privado debe liderar los avances hacia la neutralidad. El volumen de inversión que se necesita para permitir la transición es ingente: según algunas estimaciones, se precisan 100 billones de dólares para 2050, en su mayoría, de fuentes ajenas al sector público. Los propietarios de activos, los inversores y demás grupos de interés deben velar conjuntamente por que este capital se dirija hacia soluciones que hagan posible la neutralidad y por que los emisores desplieguen capital de formas que sirvan a este mismo fin, atendiendo asimismo sus obligaciones fiduciarias.

Una vía fundamental para canalizar ese capital es que continúe el crecimiento del mercado de inversiones alineadas con factores ESG, ya sean inversiones tradicionales con integración de cuestiones ESG, ya sean estrategias orientadas a objetivos específicos. Dada la enorme magnitud del capital necesario, el ámbito de las soluciones debe ampliarse y diversificarse para incluir soluciones adaptadas y orientadas a la respuesta al cambio climático y la innovación. Serán las inversiones con un objetivo específico —y no la desinversión— las que permitirán alcanzar la neutralidad.

Tampoco podemos pasar por alto el papel crucial de los científicos, los economistas y los expertos en políticas del clima, en vista de su amplio acervo de conocimientos, su acceso a inmensas cantidades de datos y sus vínculos con iniciativas de investigación del sector público. Los expertos en clima —y sus compañeros de otras disciplinas— pueden ayudar a los inversores a comprender mejor el cambio climático y afinar sus análisis y sus herramientas al objeto de dimensionar los riesgos y las oportunidades.

Los inversores deben ampliar sus conocimientos sobre el clima y sus herramientas

En vista de las altísimas cantidades de capital procedentes del sector privado que se requieren para financiar la transición a la neutralidad, es de vital importancia dirigirse a ese capital de manera eficaz. Los propietarios de activos y los inversores constituyen la primera línea a la hora de tomar esas decisiones fundamentales. Ya sea para evaluar los planes de transición de las empresas, para abordar nuevos ámbitos de oportunidades o para defender conductas más adecuadas, los inversores deben formarse acerca del cambio climático.

El reto analítico en sí mismo resulta abrumador. No se trata simplemente de determinar el nivel de emisiones totales de un emisor o de si se encuentra o no alineado con un supuesto de calentamiento de 2°C: los analistas deben rastrear los riesgos físicos y en materia de transición que el cambio climático plantea a los estados financieros, los balances y los modelos de negocio a fin de identificar vulnerabilidades y oportunidades. ¿Cuáles son las repercusiones del cambio climático y la transición a la neutralidad para los ingresos y los costes de un emisor? ¿Cómo afectará la transición a la cuota de mercado y a la cesta de productos? Los costes climáticos pueden ser directos (por ejemplo, impuestos al carbono) o indirectos (el coste de mecanismos de depuración del aire). A medida que aumentan los requisitos de información sobre el clima, los inversores deben aplicar una mirada crítica a los informes de sostenibilidad y a los datos sobre emisiones.

La implicación es asimismo importante, a la hora no solamente de comprender los riesgos y las oportunidades, sino también de llevar los cambios a término. Hemos contestado a los diferentes supuestos del objetivo de neutralidad y a su «por qué»; los propietarios de activos y los inversores contribuirán a determinar el «cómo». Los planes de transición de los emisores deben evaluarse rápidamente y con precisión y potenciarse la cobertura de los emisores. Tanto para las empresas de gran capitalización de mercados desarrollados como para sus homólogas de la esfera emergente, la implicación constituye un canal claro para exigirles responsabilidades por las carencias de sus planes hacia la neutralidad.

Las campañas de implicación orientadas pueden contribuir positivamente a conseguirlo, así como una implicación colaborativa a través de coaliciones internacionales. Los avances hacia la neutralidad pueden ir de menos a más, pero deben ser tangibles. El proceso no tiene por qué ser muy prescriptivo, pero los emisores deben cumplir sus compromisos, aunque ello exija intensificar los asuntos a tratar —desde debates más amplios a cartas abiertas, pasando por acuerdos de los accionistas—. La desinversión es la última posibilidad desesperada: el capital es más eficaz cuando está presente y promueve el cambio, no cuando está ausente.

Los sectores marrones y los verdes desempeñan funciones claves en la transición

El hincapié en la neutralidad y la necesidad de limitar el calentamiento global ya se están traduciendo en preferencias de inversión, con primas más sólidas para los más avanzados al respecto, en detrimento de los más rezagados. Sin embargo, existe un lugar claro para los emisores «marrones», a saber, empresas que no se encuentran entre los líderes, pero que están realizando avances significativos y desempeñando funciones críticas para hacer posible la transición.

El mercado de los vehículos eléctricos es un ejemplo. Los vehículos eléctricos son un importante eslabón del plan para lograr la neutralidad y los fabricantes de automóviles están desplegando planes comerciales para vender más unidades —empujados por la demanda de los consumidores y la reglamentación procedente del sector público—. Sin embargo, para que los vehículos eléctricos funcionen, se necesitan baterías y la cadena de suministro de sus componentes depende de sectores tradicionalmente marrones, en particular, el de la minería de litio, cobalto, níquel y otros minerales.

El capital de inversión debe desplegarse a lo largo de toda la cadena de los vehículos eléctricos a fin de aprovechar las oportunidades y fomentar el crecimiento. Esto no significa que los sectores y los emisores «marrones» puedan operar según consideren, pero limitarse a retirar las inversiones de dichos sectores propiciadores de la transición pasa por alto el complejo reto de virar todo un planeta y sociedades enteras a un modelo de neutralidad en emisiones —lo cual puede dejarnos con avances netos de cero—.

Es necesario distinguir entre el “greenwashing” —inversores o emisores que afirman contar con estrategias o productos sostenibles cuando no es así— y los que tienen emisiones de carbono elevadas pero cada vez menores. Las aportaciones de estas organizaciones en proceso de mejora hacia la neutralidad trascienden con creces el ejemplo de los vehículos eléctricos. Los sectores de la construcción pesada son indispensables para la fabricación de aerogeneradores o presas, así como para el refuerzo o el traslado de construcciones que se encuentran en zonas en riesgo por el aumento del nivel del mar y condiciones meteorológicas adversas.

Un punto de vista pragmático contempla los sectores y las organizaciones marrones durante un continuo, reconociendo que son críticos para la transición a la neutralidad y necesitan tiempo —espoleados por una implicación activa— para adaptarse y evolucionar. Sin embargo, el plazo para que las empresas revisen sus prácticas no es indefinido, por lo que los propietarios de activos, los inversores y la sociedad deberían presionarlas para que avancen.

Necesidad de datos: mejor calidad, mayor disponibilidad y cambio de cultura

Ya sea para medir los riesgos climáticos de las carteras de inversión, para valorar los avances de los emisores a lo largo de sus sendas hacia la neutralidad o para evaluar las mejores vías para que la financiación privada facilite la transición, los datos y la información son fundamentales.

Buen ejemplo de ello es la formulación de modelos de riesgos climáticos. Los modelos de que se dispone todavía se encuentran en etapas iniciales y presentan enfoques, ventajas y debilidades dispares. Ampliar la cobertura de los activos debería ser una prioridad en clave de datos, de forma que los propietarios de los activos puedan evaluar mejor su conformidad con los compromisos de neutralidad. Los activos públicos cuentan con una cobertura razonable, si bien resulta más complicado obtener datos sobre activos no públicos y categorías como los derivados. Los propietarios de activos cuentan con gestores que los ayudan, llegando incluso a contratar a consultores para valorar en profundidad propiedades específicas.

Los avances en el ámbito de la tecnología de recogida de datos podrían contribuir a verificar las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo, si bien, para ello, todavía quedan varios años. Los avances en las plataformas de sensores, incluidos minisatélites y drones, podrían precisar las emisiones en zonas de difícil acceso. A medida que el conjunto de datos madure en los próximos años, los climatólogos podrán ayudar a los inversores y los propietarios de activos a obtener información relevante.

¿Qué pueden hacer los grupos de interés mientras los datos «alcanzan» las ambiciones de neutralidad? Los datos de emisiones de alcance 1 gozan de una relativa buena forma; algunos aspectos de los datos de alcances 2 y 3 son útiles, pero necesitan ajustarse. El mejor paso adelante por ahora es utilizar datos de alcances 1 y 2, reconociendo al mismo tiempo que siempre se necesitarán análisis fundamentales y una implicación directa para interpretar los cálculos de las huellas de las carteras y los emisores.

Parece existir un acuerdo amplio en que se acogería de buen agrado un giro en la cultura de los datos dado que es caro acceder a ellos incluso cuando se dispone de ellos. La mejora de la transparencia y las normas de puesta en común de los datos permitiría pasar del concepto de datos privados a registros públicos que puedan consultar los grupos de interés para comprobar su exactitud e indagar al respecto.

Este giro exige superar la reticencia a la hora de facilitar datos propios de cada empresa, que habitualmente responde a inquietudes en torno a la reputación u otras consecuencias que pudieran darse si los datos que se facilitan en un primer momento resultan ser imprecisos. En este sentido, se podría contar con gobiernos y auditores, quizá creando un «refugio seguro» para los emisores más transparentes y pioneros en la comunicación de datos sobre el clima.

No dejemos que las cuestiones medioambientales de la transición climática eclipsen las de índole social

También hemos asistido a la voluntad de mantener un vínculo sólido entre las cuestiones medioambientales y las sociales en lo relativo a la neutralidad —una «transición justa», como reza el Acuerdo de París—.

Dado que los grupos pobres y marginados están más expuestos a sufrir el calentamiento global, también se enfrentan a riesgos de transición al redefinirse economías y sectores enteros: pensemos en el enorme impacto para los trabajadores de zonas con sectores de gran generación de carbono, según se destruyan puestos de trabajo y la economía vire hacia procesos e instalaciones más verdes que podrían resultar geográficamente inalcanzables.

¿Qué sucederá con los trabajadores menos cualificados a medida que la base laboral se transforme en un perfil más respetuoso con el medio ambiente que exija formación y habilidades diferentes? ¿Qué pasará con las ciudades y las comunidades que dependían de sectores en declive para satisfacer sus necesidades sociales y de infraestructuras? Recordemos los efectos para el medio oeste de Estados Unidos hace una generación cuando se deslocalizó una parte importante de su base industrial. La comunidad inversora también debe reconocer que, incluso aunque los sectores menos respetuosos con el medio ambiente permiten la transición —recordemos el ejemplo de los vehículos eléctricos—, siguen imprimiendo efectos ecológicos en las regiones y las personas. Este impacto se debe reducir al mínimo, gestionar y subsanar.

Asegurar una transición justa es un reto complejo que exige esfuerzos concertados para velar por que no se deje atrás a los grupos marginados. Desde el punto de vista de un inversor, la capacidad de integrar con precisión consideraciones sociales en las decisiones de inversión es una herramienta fundamental, al igual que la capacidad de destinar capital de inversión a evitar perjuicios indebidos a grupos marginados y, en el mejor de los datos, potenciar resultados mejores.

Conclusión

Estos temas no son en absoluto un relato exhaustivo de las consideraciones del dinamismo hacia la neutralidad, sino que ponen de manifiesto la necesidad de avanzar y colaborar entre las esferas pública, privada y académica para concordar ambiciones y compromisos cada vez mayores. Un elemento común de los diálogos que hemos entablado sobre la neutralidad es la necesidad de pragmatismo.

No significa rebajar el listón de las ambiciones en materia de neutralidad, sino seguir haciendo hincapié en el objetivo último, dando al mismo tiempo pasos tangibles sustanciales para favorecer los avances mientras el mundo desarrolla mecanismos, herramientas y procesos mejores que faciliten ese dinamismo. En otras palabras, no dejemos que el deseo de alcanzar la perfección sea enemigo de lo bueno.

Las opiniones expresadas en este documento no constituyen análisis, asesoramiento de inversión ni recomendación de negociación y no representan necesariamente las opiniones de todos los equipos de gestión de carteras de AB. Las opiniones pueden cambiar a lo largo del tiempo.