El Natural Hazards Index recoge la frecuencia y la magnitud de 14 peligros naturales diferentes, entre los que figuran inundaciones costeras, vientos destructivos, granizo, huracanes, sequías, terremotos, calor extremo, inundaciones, corrimiento de tierras, tornados, tsunamis, volcanes, incendios forestales y tormentas invernales.
El índice utiliza una amplia variedad de datos de cuatro categorías distintas: datos históricos basados en eventos pasados; datos probabilísticos o predictivos que proporcionan una probabilidad porcentual de un resultado; datos determinísticos que apuntan a un resultado previsto en presencia de una serie de condiciones, y un conjunto de datos modelizados que utiliza diversas variables explicativas para una selección de resultados aproximados. Estos datos se actualizan constantemente.
El resultado es un índice sumativo no clasificado con puntuaciones de peligros individuales que van de uno (muy bajo) a cinco (muy alto); en el caso de que existan varios peligros, las puntuaciones sumativas pueden llegar hasta 42. El índice ha contribuido enormemente a entender los cambiantes riesgos físicos para las personas y los bienes materiales, y ha supuesto una gran ayuda para la labor de los equipos de primera intervención.
Sin embargo, el Natural Hazard Index no es un índice de riesgos; es decir, no está diseñado para ofrecer una estimación de los daños o pérdidas, o de los posibles efectos para la población. Lo que sí ofrece es una base sólida para ese siguiente paso.
Tres factores contribuyen a que un peligro se convierta en una catástrofe
Para cada peligro, los inversores deben tener en cuenta tres factores principales que pueden reducir o, en su caso, multiplicar el daño, y convertir un peligro en una catástrofe.
El primero es la exposición: ¿cómo de cerca está el lugar del peligro? ¿Se encuentra en una llanura aluvial? ¿Está rodeado de bosques que podrían incendiarse como consecuencia de unos veranos más largos y secos? ¿Está en una zona propensa a sufrir huracanes? El segundo factor es la vulnerabilidad. Puede que un peligro esté próximo, pero tomar precauciones mitigaría sus efectos. Por ejemplo, utilizar materiales de construcción resistentes al viento puede reducir los daños provocados por las tormentas. El último factor es la capacidad de hacer frente al peligro. ¿Se puede evacuar a los residentes en caso de catástrofe? ¿Disponen de acceso a algún vehículo y tienen algún lugar a dónde ir?
En última instancia, el riesgo de peligro natural viene determinado por la intersección de dicho peligro y los factores de riesgo: exposición, vulnerabilidad y capacidad.
Conocer las consecuencias financieras de los peligros físicos
A fin de crear un indicador para esos tres factores de riesgo, revisamos datos de costes financieros correspondientes a 30 años de fuentes como la National Oceanic and Atmospheric Administration, la US Geological Survey, la Universidad de Oregón y otras instituciones que han recopilado datos sobre los costes relativos a la limpieza posterior y la mitigación de riesgos importantes.
Con este volumen ingente de datos como punto de partida, creamos una herramienta de riesgo cuantitativo —el indicador Physical Hazard Investment Risk (PHIR) —, que puntúa el riesgo de inversión total derivado de los peligros naturales para las secciones censales y los condados estadounidenses, de cero (más bajo) a 10 (más alto), y se visualiza en un mapa (Imagen) que destaca áreas que presentan la mayor exposición a riesgos con importantes repercusiones financieras.