Cambio de régimen: el resurgimiento de la inflación
Estos acontecimientos podrían ser históricos. Creemos que las convulsiones del mercado del pasado año probablemente reflejaron los dolores de parto de un nuevo régimen caracterizado por una inflación y unos tipos de interés persistentemente más altos, y unas rentabilidades del mercado potencialmente más bajas. Los inversores tendrán que replantearse cómo posicionar sus carteras y asignaciones para generar rentabilidades reales por encima del tipo de inflación.
Pero, ¿cómo hemos llegado aquí?
Desde la década de 1980, la economía y los mercados de todo el mundo se han definido por el descenso de la inflación y de los tipos de interés reales. Estas condiciones se vieron impulsadas por la demografía, la globalización acelerada, el progreso tecnológico y la adopción de valores favorables a los accionistas en los mercados desarrollados.
La creciente integración de China en la economía mundial fomentó unas cadenas de suministro globalizadas. Las empresas de todo el mundo aprovecharon la mano de obra barata y la destreza de fabricación de China, lo que permitió una producción más barata de bienes en muchas industrias. Una demografía favorable contribuyó a aumentar la mano de obra hasta proporciones sin precedentes. La revolución tecnológica impulsó la productividad y propició un salto de la rentabilidad de las empresas. Al mismo tiempo, los gobiernos y responsables políticos occidentales apoyaron cada vez más los valores de los accionistas. La inflación y los tipos de interés descendieron gradualmente.
Cuando se produjo una calamidad, a menudo las reacciones políticas reforzaron estas tendencias. Por ejemplo, tras la crisis financiera global de 2008, el crecimiento anémico de EE. UU., Europa y Japón provocó una relajación cuantitativa (QE) y unos tipos de interés extremadamente bajos. Sin embargo, la inflación no apareció, lo que fomentó la creciente idea de que podría haber sido conquistada para siempre.
Las políticas pandémicas representaron un punto de inflexión
Esa idea guió la política durante la pandemia del coronavirus, dado que los bancos centrales bajaron los tipos de interés hasta mínimos sin precedentes y aceleraron la QE. Los gobiernos aprobaron enormes paquetes fiscales para tratar de mantener las economías a flote mediante un impacto masivo en la actividad comercial.
Esos tiempos han quedado atrás. Cuando se escriba la historia económica de la pandemia, se verá como el catalizador de cambios que llevaban años burbujeando bajo la superficie. Las políticas populistas ya suponían una amenaza para la globalización y la población activa china estaba envejeciendo. Ahora, las inyecciones de capital masivas en los mercados financieros y unas interrupciones sin precedentes en la cadena de suministro han impulsado las presiones inflacionarias hasta el punto de ebullición.
La rentabilidad soportará presiones
Las fuerzas inflacionarias cambiantes afectan a la rentabilidad de muchas maneras. Las cadenas de suministro globales permitieron a las empresas mantener inventarios más limitados. La mano de obra más barata contribuyó a reducir los gastos y los impuestos se mantenían en bajos niveles. Esta fue la receta ideal para que las empresas aumentasen sus márgenes —y rentabilidades—, a menudo sin unos fundamentales corporativos sólidos.
Las empresas tendrán que aprender a vivir sin esta ayuda. Se prevé que los tipos de los impuestos de sociedades subirán a medida que la desglobalización merme la capacidad de las empresas para operar en las regiones que permiten un mayor ahorro de impuestos y que se extiendan las campañas a favor de la justicia social. La desglobalización requerirá unos niveles de inventarios más elevados, lo que, según nuestro análisis, tiende a producir una contracción de los márgenes de beneficios. El aumento de la fuerza de trabajo sugiere que los elevados costes salariales podrían tardar en descender. Por otra parte, la transición energética añade ingredientes inflacionarios que también lastrarán la rentabilidad. La proporción de los beneficios de las empresas estadounidenses en el PIB alcanzó una cifra prácticamente sin precedentes, del 12,2%, en junio de 2022. Eso ahora parece insostenible.
Sin lugar a duda, existen fuertes vientos en contra, sobre todo la tecnología y la innovación. La robótica, el Internet de las cosas y las infraestructuras habilitadas por la tecnología generarán eficiencias para ayudar a controlar los costes. Las empresas innovadoras que aprovechen estas tecnologías antes que sus competidores disfrutarán de ventajas competitivas.
Los mercados actuales son muy diferentes
Es posible que la historia no sea un indicador útil para este futuro. Los mercados actuales son muy diferentes de los inflacionarios de las décadas de 1970 y 1980. Por ejemplo, desde 1980 las acciones tecnológicas han triplicado con creces su ponderación en el MSCI World y representan más del 24% del índice, respectivamente (Gráfico). Muchos de los gigantes tecnológicos y de nuevos medios de comunicación actuales no existían la última vez que vivimos un entorno de inflación, por lo que no sabemos cómo se comportarán sus empresas. El dominio de las empresas energéticas en los índices bursátiles globales y estadounidenses ha disminuido. Al igual que los poderes corporativos del pasado han desaparecido, creemos que los ganadores del futuro podrían ser muy diferentes de los del pasado reciente y más lejano.