El ser humano puede tomar decisiones de inversión irracionales, pero una estrategia de baja volatilidad bien planificada puede ser el antídoto.
La conducta humana no siempre es racional. Tal vez ese sea el motivo por el que inversores a priori sensatos toman decisiones irracionales —soportando pérdidas por vender en el peor momento posible o persiguiendo acciones con valoraciones excesivas—. ¿Existe una estrategia de inversión que ayude a compensar las reacciones emocionales que pueden llevar a un inversor por el mal camino?
Las tres zonas del cerebro humano
Para entender por qué los inversores toman decisiones irracionales, resulta muy útil analizar el cerebro humano y su respuesta al placer y al dolor.
Nuestros cerebros han evolucionado durante millones de años y se dividen en tres zonas. En el centro está nuestro cerebro primitivo, que desencadena la respuesta de lucha o huida que nos mantiene vivos. Lo recubre un cerebro de mamífero más evolucionado, fuente de emociones, recuerdos y hábitos que nos ayudan a tomar decisiones. El máximo nivel de la función cerebral corresponde al neocórtex, que contribuye al procesamiento del pensamiento, al razonamiento y la autorreflexión. Básicamente, es lo que diferencia al ser humano.
Las señales de las regiones primitivas del cerebro nos incitan a buscar el placer y evitar el dolor. Sin embargo, estas mismas señales pueden inundar el neocórtex y llevarnos a demostrar un comportamiento irracional. La propensión humana a temer el dolor mucho más de lo que disfrutamos del placer desequilibra aún más nuestro razonamiento.
En el mundo de la inversión, esto puede dar lugar a algunas decisiones sorprendentes.
El sesgo de aversión a la pérdida en acción
Veamos un ejemplo basado en un estudio pionero realizado por los economistas conductuales Amos Tversky y Daniel Kahneman.
Supongamos que tiene la opción de cruzar dos puertas. Le dicen que tiene un 80% de probabilidades de ganar 4.000 dólares si abre la puerta A (dado que hay un 80% de probabilidades de ganar, el valor esperado es 3.200 dólares). Sin embargo, si abre la puerta B, tiene garantizado que ganará tan solo 3.000 dólares. ¿Cuál elegiría? Tversky y Kahneman descubrieron que la mayoría de los participantes elegirían la puerta B, que parece una opción comprensible, aunque no proporcione los máximos beneficios. ¿Por qué apostar si se puede conseguir algo seguro? Mejor apostar sobre seguro (Gráfico).