Durante este periodo de incertidumbre económica y tensión en el mercado, sorprendería a los inversores descubrir cómo una estrategia centrada en acciones que perdieron menos durante un retroceso económico puede superar al mercado a lo largo del tiempo.
La mayoría de los inversores comprenden, de manera implícita, el concepto de riesgo. Como se sabe, el marco se dispuso en el modelo de valoración de activos de capital (CAPM) de la década de 1960, que explicaba la rentabilidad esperada como una función tanto del riesgo específico de una empresa como de la sensibilidad de un activo al conjunto del mercado. Sin embargo, fundamentalmente, se asienta sobre un concepto sencillo: los inversores esperan que se les compense por asumir más riesgo: si el riesgo no diera un beneficio, todos nos limitaríamos a mantener nuestros activos en efectivo, sin más.
El riesgo relativo frente al riesgo absoluto en un mercado agitado
Demasiado a menudo, los gestores de inversiones se consumen con el riesgo relativo, siguiendo su rendimiento atendiendo a la evolución de un índice de referencia ponderado por la capitalización de mercado. Proceder de este modo puede ser incompatible con lo que realmente les importa a los inversores: la rentabilidad absoluta y lo bien que una inversión aborda objetivos financieros a largo plazo.
La cuestión se vuelve especialmente espinosa durante los episodios de volatilidad en el mercado, que abunda últimamente.
Ante la persistente inflación y la ralentización económica este año, el mercado registró su peor primer semestre desde 1970: el S&P 500 cedió más de un 20%. Aunque las acciones han recuperado parte de sus pérdidas en el tercer trimestre, han continuado las turbulencias del mercado según los inversores digerían las indicaciones hacia unos beneficios más bajos y las perspectivas de un mayor endurecimiento monetario.
He aquí donde empieza lo fundamental: una cosa es hablar de ceñirse a un plan de inversión a largo plazo, pero otra muy distinta es quedarse con los brazos cruzados mientras su cartera encaja una derrota.
¿Es posible obtener rentabilidades más altas con menos volatilidad?
¿Y si existiera una forma de generar rentabilidades competitivas a largo plazo sin la necesidad de padecer oscilaciones extremas en episodios de volatilidad?
Esto podría parecer que contradice el CAPM y las demás máximas relacionadas con el riesgo y la rentabilidad. Sin embargo, un acervo cada vez mayor de estudios indica que, con una cartera administrada con esmero, los inversores pueden efectivamente asumir menos riesgos y aun así superar al mercado invirtiendo en acciones de baja volatilidad. De este modo, los inversores pueden ganar confianza para mantener su inversión en acciones durante periodos turbulentos.
Las estrategias de baja volatilidad pueden adoptar diferentes formas. Nosotros pensamos que una estrategia defensiva efectiva debería asentarse sobre los fundamentales de las empresas y centrarse en compañías que muestren características propias de la calidad —flujos de efectivo sistemáticos y medidas de rentabilidad como el retorno sobre el capital invertido— y la estabilidad —baja volatilidad de las rentabilidades con respecto al mercado—, así como unos precios atractivos que las expongan en menor medida a las fuertes oscilaciones de los mercados. Este concepto lo denominamos «universo QSP», por las siglas en inglés de «calidad», «estabilidad» y «precios». Aunque las empresas de sectores tradicionalmente defensivos como el consumo básico y los suministros son buenos ejemplos, el universo QSP incluye compañías con modelos de negocio destacados de todos los sectores de la economía, que se pueden descubrir analizando fundamentales y con una selección de valores minuciosa.
Por ejemplo, las empresas que denominamos «quality compounders» presentan modelos de negocio de éxito y beneficios sostenibles, respaldados por una buena administración del capital y un comportamiento ESG acertado. Los activos intangibles como la marca, la cultura, la investigación y el desarrollo y las patentes son también características de valor, en particular, en épocas de tensión. Estas características favorecen el aumento de los beneficios acumulados a partir de factores de crecimiento constantes en los distintos ciclos del mercado.
Limitar los altibajos es clave
Las empresas que presentan estos atributos pueden contribuir a que las estrategias de baja volatilidad limiten su sensibilidad a los retrocesos de los mercados, participando al mismo tiempo en las alzas, pero no totalmente. De la misma manera que subir una colina es más fácil cuando se empieza desde la mitad hacia arriba, las acciones que pierden menos durante retrocesos de los mercados tienen menos terreno que recobrar cuando el mercado se recupera. Así pues, están mejor posicionadas para potenciar esas rentabilidades más altas en alzas posteriores, lo cual se traduce en una rentabilidad a largo plazo mejor.
Este concepto se puede ilustrar concibiendo una cartera de las denominadas «90% / 70%» frente a un índice global de acciones con grado de inversión, en este caso, el MSCI World Index (Gráfico). Esta cartera 90% / 70% teórica se llama así porque captaría el 90% de las ganancias del mercado durante periodos de alza, mientras que cedería solo el 70% de lo que perdería el mercado en épocas de retroceso.
Empleando datos desde el 31 de marzo de 1986 (fecha de comienzo del índice) hasta el 31 de julio de 2022, concluimos que nuestra cartera 90% / 70% hipotética generaría una rentabilidad anualizada tres puntos porcentuales mayor que la del MSCI World Index durante este periodo, con menos volatilidad en el proceso.