La inteligencia artificial se ha convertido rápidamente en un tema de moda presente a la hora de comer y en los consejos de administración de las empresas, pero se tardará un tiempo hasta que genere beneficios empresariales. Por tanto, los inversores deben actuar con cautela.
Son muchas las expectativas que han generado las capacidades disruptivas de la IA generativa. La popularidad de la IA en Google se ha disparado desde el lanzamiento de ChatGPT (Gráfico, izquierda). Todo el mundo está jugando con chatbots, pero la IA no solo sirve para divertirse y jugar. Pregunte a ChatGPT cómo la IA podría transformar el mundo empresarial y escupirá una lista de aplicaciones que van desde los asistentes virtuales para atención al cliente hasta análisis predictivos, detección del fraude y vehículos y drones autónomos futuristas.
Las empresas no quieren perderse la fiesta de la IA
Durante la temporada de beneficios del primer trimestre, alrededor del 20% de las empresas estadounidenses y globales mencionaron la IA en sus presentaciones de resultados, según indica el análisis que realizamos de las correspondientes transcripciones (Gráfico, derecha). Como era de esperar, las empresas tecnológicas eran las mayores defensoras de la IA, aunque las empresas de los sectores de consumo discrecional, financiero, salud e industria también la mencionaban en sus planes. Si bien ese fervor no se ha transmitido a todos los sectores, lo cierto es que solo estamos al principio de esta revolución.
La IA necesita un enorme poder de computación y, de momento, las empresas facilitadoras son las principales ganadoras en los mercados de renta variable. Otras empresas que serán las usuarias de la tecnología están estudiando cómo aplicar la IA para resolver cuellos de botella y generar eficiencias.
No se deje seducir por los charlatanes
Tras observar el formidable repunte que han registrado las acciones de las empresas facilitadoras de la IA, puede que los inversores se sientan hechizados ante imágenes de robots invisibles que disparan la rentabilidad como por arte de magia. Sin embargo, creemos que las empresas no deben limitarse a las palabras y han de demostrar cómo encaja la IA en sus modelos de negocio. Deberán demostrar que la tecnología es fiable, que los clientes la reciben positivamente, que mejora la productividad y que impulsa los beneficios. Si una tecnología de IA termina utilizándose de manera generalizada, sus ventajas competitivas podrían verse erosionadas. También cabe recordar el gran número de empresas «puntocom» que surgieron al calor de internet con la promesa de cambiar el mundo y que desaparecieron sin dejar rastro.
Los inversores en renta variable no deben subirse ciegamente al carro de la IA. La IA no es un fin en sí misma, sino que todo depende de las aplicaciones. El reto consiste en determinar cómo esta tecnología se ajusta a los diferentes sectores y tesis de inversión preguntándose qué empresas se beneficiarán y qué tipos de trabajos están en riesgo. Los trabajos de oficina repetitivos que requieran poca innovación serían vulnerables a la IA, y ya estamos viendo chatbots que funcionan bien cuando se trabaja con grupos de datos fijos. De cara al futuro, las empresas podrían utilizar la IA para mejorar la productividad, pero no hay que dar por hecho que todo lo que se diga sobre ella se traducirá en ventajas empresariales reales. Las empresas que experimenten y fracasen al poco tiempo podrían, de hecho, encontrar las mejores aplicaciones con mayor rapidez.
La ciencia de datos puede ayudar a los inversores a distinguir a los pensadores estratégicos de aquellos que solo buscan publicidad. Formulando las preguntas adecuadas en el marco de un proceso de análisis fundamental, los inversores en renta variable pueden identificar a las empresas verdaderamente innovadoras que incorporarán con éxito las aplicaciones de IA en una estrategia de negocio más amplia para, en última instancia, mejorar las rentabilidades de inversión.