Adaptar las asignaciones a renta variable con la trayectoria cambiante de la inflación
Las decisiones relativas a la asignación de activos se basan en un gran número de datos, pero el shock inflacionista de los últimos años ha provocado una volatilidad extrema y alterado las relaciones entre los activos. Conforme cambia el clima económico y de inversión, las decisiones tácticas de la asignación de activos pueden mejorar el perfil de riesgo/rentabilidad de una cartera.
Dado que comienza a normalizarse la inflación, y en un contexto de estabilización de los tipos de interés, los activos growth, como la renta variable, resultan ahora más atractivos. El crecimiento de los beneficios empresariales probablemente haya tocado fondo en el primer trimestre; cerca del 78% de las empresas del S&P 500 que ya han presentado resultados han superado las estimaciones, según datos de FactSet, y muchas prevén un incremento del crecimiento de los beneficios en el segundo semestre del año. Por tanto, si la inflación sigue normalizándose y puede evitarse una recesión prolongada, cabría esperar una mayor recuperación de los mercados de renta variable.
Vemos características atractivas en cada uno de los mercados regionales, como, por ejemplo, Estados Unidos, por la solidez de los fundamentos de su economía y sus márgenes; Europa, por su crecimiento cíclico y, ahora, China. El país asiático, el mayor mercado emergente del mundo, está reactivando su economía tras poner fin a los confinamientos por la COVID-19. Esta circunstancia, por sí sola, debería dar un impulso a las perspectivas de crecimiento mundiales de cara al futuro.
Adaptar la exposición a la renta fija y los elementos diversificadores de la cartera
Tras un doloroso período de rápidas subidas de tipos de interés, la rentabilidad de los bonos podría haber tocado techo, de forma que los puntos de entrada para los bonos corporativos y soberanos son ahora más atractivos que en los últimos años.
Creemos que una exposición moderada a la duración corta (o riesgo de tipos de interés) cobra sentido en este entorno. También apostamos por los bonos del Tesoro estadounidense, que de nuevo se convierten en elementos de diversificación eficaces más allá de la exposición a renta variable, al integrar en nuestra perspectiva el hecho de que los tipos de interés han tocado techo. La ampliación de los diferenciales de rentabilidad para los bonos corporativos high yield globales hace que sigan siendo unos valores atractivos, y creemos que debería ponerse el foco en los emisores con fundamentales empresariales sólidos, sobre todo en un mundo de bajo crecimiento.
El pésimo comportamiento relativo de los bonos en 2022 y el hecho de que no aportaran ventajas de diversificación obligaron a muchos inversores a ampliar la gama de activos diversificadores de las carteras. Los activos reales, como los inmuebles y las materias primas, así como las estrategias transversales de factores centradas en divisas y renta variable, ofrecen fuentes potenciales de diversificación de la rentabilidad. Dentro de la renta variable, dado que prevemos un entorno de crecimiento lento y caída de la rentabilidad, creemos conveniente un sesgo hacia la calidad y la rentabilidad. Creemos que el rendimiento relativo superior del USD en 2022 se irá moderando durante el año mientras mejora el crecimiento económico, lo que favorecería al EUR a corto plazo.
Los inversores han tenido dos años frustrantes de repunte de tipos de interés e inflación, y la postura de la Fed sigue siendo moderadamente optimista. No obstante, creemos que los datos son coherentes con una mayor normalización de la inflación, y el sentimiento apunta a que las perspectivas de crecimiento se mantienen en cierta media. Esto tendrá consecuencias para las estrategias multiactivos y exigirá un enfoque dinámico para equilibrar los ajustes en el posicionamiento estratégico y táctico.