Los inversores se enfrentan al reto de entender, analizar y gestionar los riesgos de biodiversidad.
Desde los rinocerontes negros en peligro de extinción de Sudáfrica hasta la decreciente selva amazónica, las amenazas a la diversidad de la vida en la Tierra no paran de crecer. La protección de la biodiversidad —animales, plantas y otros organismos vivos, así como los ecosistemas de los que forman parte— es imprescindible para mantener la salud de nuestro planeta y los productos, los servicios y la actividad económica que sostienen nuestra vida cotidiana. A pesar de ello, hasta hace muy poco la biodiversidad no figuraba entre las prioridades de los inversores, algo que puede parecer extraño, dada la importancia que reviste como componente vivo del mundo natural. Junto con los recursos abióticos —los componentes no vivos del mundo natural, como la tierra, el agua, el aire y los minerales—, la biodiversidad comprende el capital natural, que es el patrimonio mundial de activos naturales.
El capital natural proporciona los elementos básicos que posibilitan los servicios ecosistémicos —los beneficios positivos que tanto la sociedad como la economía obtienen de la naturaleza— para el mantenimiento de la vida y la creación de riqueza. Por ello, la mera pérdida de biodiversidad podría costar billones de dólares a la economía mundial en los próximos años, aparte de los billones atribuibles al cambio climático.
La biodiversidad es, sencillamente, el sistema que permite mantener la vida en el mundo, el pilar para producir la práctica totalidad de productos y servicios.
La red de la vida: los riesgos de biodiversidad son muy complejos
Durante muchos años, los gobiernos y los inversores se han centrado en los efectos materiales del cambio climático sin tener en cuenta apenas el papel del mundo natural. Sin embargo, ahora existe un reconocimiento cada vez más amplio de la elevada interconexión y los numerosos bucles de retroalimentación entre el cambio climático y la naturaleza, así como una mayor comprensión de los riesgos asociados a la biodiversidad.
Debido a interconexión dentro y entre los ecosistemas, el riesgo de biodiversidad resulta especialmente complejo. Los servicios ecosistémicos pueden agruparse en cuatro categorías interconectadas: la regulación de los procesos naturales de los ecosistemas, como la polinización; el suministro de productos físicos, como los alimentos; los beneficios culturales o inmateriales derivados de una relación armoniosa entre las personas y sus entornos; y, lo más importante, la infraestructura de apoyo, representada por la producción de oxígeno, los ciclos de agua y nutrientes y la formación de suelo, sin la cual no sería posible el resto de servicios ecosistémicos (Gráfico).