Los inversores que examinan las exposiciones ESG de las empresas suelen sentirse frustrados por los problemas que experimentan a la hora de obtener datos de proveedores terceros o cuando intentan realizar su propia investigación. Sin embargo, esos obstáculos podrían empezar a disminuir gracias a un nuevo enfoque de la investigación ESG.
Un panorama oscuro —y complejo— en lo que a datos se refiere
El uso de calificaciones ESG de terceros entraña diversas dificultades. No todas esas calificaciones atienden a las necesidades de los inversores y, aquellas que lo hacen, suelen centrarse excesivamente en los riesgos propios de los inversores en renta variable, y no de aquellos que invierten en renta fija. Es notable el hermetismo de los proveedores de datos en cuanto al proceso que siguen para llegar a sus calificaciones. Por otro lado, los inversores suelen considerar que las evaluaciones de una misma empresa que realizan distintos proveedores difieren bastante entre sí, por lo que resulta difícil determinar qué calificación es la más precisa.
Las soluciones internas de investigación ESG también ha planteado algunas dificultades. Sin unos marcos y procesos claros para clasificar y gestionar los datos (o la falta de ellos), los análisis ESG suelen ser muy subjetivos e imprecisos.
Afortunadamente, en los últimos años se han multiplicado los datos ESG: desde 2015, casi un 75% más de empresas del universo principal de crédito1 comunican al menos algunos parámetros ESG. Este hecho supone un cambio enorme en la manera en que los inversores en crédito pueden realizar análisis ESG. ¿De qué modo los inversores pueden registrar, analizar y evaluar correctamente semejante volumen de información adicional?
Creemos que la respuesta está en una redefinición del enfoque del análisis ESG, que durante mucho tiempo se ha basado principalmente en el análisis fundamental del crédito, pero que debe evolucionar si los inversores quieren aprovechar la oportunidad que brindan los datos ESG sin ser víctimas de las mismas carencias que sufrían en el pasado. Para entender el ingente volumen de datos disponibles es necesario aplicar un enfoque dimensionable y sistemático.
PRISM ofrece mayor claridad
Esto puede lograrse incorporando el análisis cuantitativo al proceso, tal y como hacemos con PRISM, nuestra herramienta interna de análisis crediticio, que integra el elemento ESG en sus evaluaciones crediticias generales y ofrece una calificación ESG para prácticamente todos los emisores. PRISM aprovecha el hecho de que el incremento de datos ESG ha creado la masa crítica necesaria para poder introducirlos de manera cuantitativa.
A nuestro juicio, este enfoque brinda una serie de ventajas:
- Permite procesar de manera transparente, dimensionable y coherente grandes volúmenes de datos ESG que excederían la capacidad de la mayoría de equipos de análisis fundamental de crédito.
- Si se combina con las capacidades que aporta el big data, cubre entre un 95% y un 99%2 del universo de bonos corporativos con grado de inversión, high yield y de mercados emergentes, entre ellos los de empresas pequeñas y no cotizadas. Esta cobertura es superior a la que podría obtenerse a través de proveedores terceros.
- Ofrece valiosas comparaciones entre los riesgos ESG de los emisores, incluso cuando estos pertenecen a distintos sectores.
- Crea perspectivas específicamente adaptadas a los inversores en crédito.
- Potencia las capacidades de las estrategias de inversión activas, ya que permite realizar comparaciones matizadas entre empresas y sectores, y libera a los analistas del trabajo de recopilación de datos para que se puedan centrar en tareas más valiosas.
Con algunas nociones sobre el funcionamiento de PRISM se pueden entender mejor estas ventajas.
Un enfoque más sistemático y menos subjetivo
PRISM utiliza un mapa o matriz que ilustra la materialidad de los factores ESG en función de los sectores y las empresas. La matriz se basa en el análisis fundamental que realizan los analistas de valores de AB, así como en las perspectivas específicas sobre cuestiones ESG que aporta el equipo de Responsability de AB y la Columbia Climate Scool (Universidad de Columbia), con la que AB colabora estrechamente desde 2017.
El mapa ayuda a generar sugerencias de ponderaciones de factores y rangos de calificaciones para cada sector, que posteriormente se utilizan para determinar las calificaciones ESG de cada emisor. (Más adelante explicamos el funcionamiento de las calificaciones.)
Mediante análisis de big data, conocimientos especializados en ESG y análisis financieros exhaustivos, PRISM consigue recoger los datos pertinentes de forma sistemática. Por otro lado, al introducir los datos de manera cuantitativa, puede generar calificaciones ESG coherentes y comparables entre los distintos sectores y emisores, además de ser menos subjetivas que las que se obtendrían recurriendo exclusivamente al análisis fundamental.
Gracias a ello, los analistas de crédito quedan liberados de la tediosa tarea de investigar manualmente numerosos puntos de entrada de datos ESG. De esta forma pueden centrarse en tareas que añadan más valor, como, por ejemplo, la implicación directa con emisores corporativos para formular perspectivas específicas de carácter prospectivo.
Creemos que el enfoque combinado de análisis cuantitativo y fundamental puede conducir a unas perspectivas más precisas y a unas evaluaciones más matizadas de los riesgos y las oportunidades en comparación con las que podrían obtenerse con un análisis exclusivamente fundamental.
Unas comparaciones ESG más precisas
Los rangos de calificaciones ESG sugeridos para los sectores no solo ayudan a garantizar la coherencia, sino que además permiten realizar comparaciones entre sectores y emisores. Algunos proveedores de datos utilizan otro enfoque, que consiste en calificar a cada emisor comparándolo con otros emisores del mismo sector. Sin embargo, analizar cada sector de forma aislada puede generar anomalías. Por ejemplo, una empresa petrolífera que emite grandes cantidades de CO2 podría recibir una calificación medioambiental más baja que una empresa de software con menos emisiones. No es difícil que la calificación E (medioambiental) más baja de la empresa petrolífera conduzca a la idea errónea de que su riesgo medioambiental es inferior al de la empresa de software. Las calificaciones sectoriales de PRISM garantizan que las comparaciones entre las empresas sean precisas.
El proceso de calificación vincula la matriz de materialidad a parámetros ESG cuantificables. PRISM puede utilizar un total de 179 parámetros, aunque no todos son pertinentes o tienen la misma importancia para todos los sectores, ya que estos están expuestos de manera diferente a los riesgos y las oportunidades medioambientales o sociales. Por otro lado, las cuestiones de gobierno corporativo no suelen ser de carácter sectorial, por lo que PRISM adopta un enfoque agnóstico con respecto a los sectores para determinar las calificaciones G.
La herramienta utiliza únicamente aquellos parámetros que son importantes desde el punto de vista financiero y los pondera con arreglo a su materialidad para cada sector. PRISM asigna calificaciones a cada pilar de evaluación ESG en función de 10 factores importantes (Gráficos), entre los que figuran factores de gobernanza específicamente adaptados a los inversores de crédito.