Tres estrategias para navegar por mercados de bonos turbulentos

05 abril 2021
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El entorno de mercado actual aprovecha los temores más primitivos de los inversores en bonos. Las rentabilidades extremadamente bajas hacen que resulte difícil encontrar suficiente potencial de rentabilidad e ingresos. El crecimiento económico se está recuperando de su colapso de 2020, pero el control del mundo sobre la recuperación es incierto. Los estímulos fiscales masivos podrían resucitar la inflación, un riesgo latente desde hace mucho tiempo que los inversores ya no están acostumbrados a afrontar. Y el repunte del crecimiento ha dado lugar a un aumento de las rentabilidades —lo que paradójicamente ha alimentado, en lugar de aliviar, las ansiedades de los inversores hambrientos de rendimiento.

Inflación y subidas de tipos: Escaneando el horizonte

Estamos de acuerdo en que la economía global se encuentra al borde de un nuevo régimen, más inflacionista. Es posible que los signos iniciales se muestren como efectos de base y que el encarecimiento de las materias primas impulse la inflación general de las economías avanzadas temporalmente. Pero no prevemos una inflación significativa y sostenida a corto plazo.

Tampoco creemos que los tipos de interés vayan a subir de forma drástica. Es probable que el crecimiento económico mundial se acelere en el segundo semestre del año. Pero aun cuando la inflación comience a materializarse, los responsables políticos no están dispuestos a permitir que los tipos suban demasiado, demasiado rápido, lo que podría poner en peligro una recuperación frágil. Es sumamente probable que intervengan si el aumento de las rentabilidades amenaza con dejar fuera de juego a los activos de riesgo.

¿El resultado? Es probable que las rentabilidades se mantengan en niveles bajos durante todo 2021. Incluso en EE. UU., que casi con toda seguridad crecerá más rápidamente que otras economías desarrolladas, la rentabilidad del bono del Tesoro a 10 años probablemente cerrará 2021 en torno al 1,75% —un nivel más elevado que el actual, pero todavía inferior al registrado antes de la pandemia—.

No ponga su cartera en piloto automático

Sin embargo, habida cuenta de los estímulos masivos que brotan por toda la economía mundial, lo lógico es estar preparado —y eso significa mantenerse activo—.

Puede resultar tentador decidirse por un enfoque pasivo en renta fija. Las estrategias pasivas permiten a los inversores sentarse y disfrutar del viaje. Pero es posible que el viaje sea más peligroso de lo que muchos creen. De hecho, pulsar el botón del piloto automático hoy en día podría hacer que el inversor sea excesivamente vulnerable a la subida de los tipos de interés y a los riesgos de inflación. También le expone a la volatilidad de los activos de riesgo, dado que la incertidumbre persiste en todo el camino hacia la recuperación.

Por el contrario, los gestores activos pueden controlar múltiples palancas y diales para navegar por los cambiantes vientos del mercado actuales. A continuación se recogen los tres ajustes que creemos que los inversores se deberían plantear en la actualidad.

  1. Recortar la duración, pero no demasiado.

    Para hacer frente a un entorno de subida de tipos de interés, los inversores que no pueden digerir demasiado riesgo deberían limitar —aunque no eliminar— la duración, ni la sensibilidad a las fluctuaciones de los tipos de interés.

    Recortar la duración puede ayudar a mitigar la volatilidad y las pérdidas cuando suben los tipos de interés. Rebajar la duración de forma moderada también puede representar una cobertura efectiva frente al riesgo de inflación.

    Pero no opte por el dinero en efectivo ni reduzca de forma drástica su exposición a duración, por dos razones. En primer lugar, esta estrategia podría situarle en breve a la zaga tanto de los bonos que generan rentas como de la inflación. En segundo lugar, los bonos de deuda pública que proporcionan duración sirven para compensar las pérdidas relacionadas con el crédito y la renta variable, incluso cuando las rentabilidades de los bonos son bajas o negativas.

    En otras palabras, si los activos de riesgo son la locomotora que genera una elevada rentabilidad, la duración es la vía ferroviaria que mantiene al tren en el buen camino. Si retira la vía, corre el riesgo de que su cartera descarrile. (Y no intente tampoco poner fecha a los aumentos de la rentabilidad. Ni siquiera los gestores de fondos más experimentados pueden hacerlo).

    La corriente de ventas provocada el pasado año por el coronavirus da una idea importante del papel de los bonos de deuda pública en una asignación de activos en una cartera. De hecho, los bonos de deuda pública fueron uno de los pocos elementos que compensaron realmente la volatilidad de los mercados de renta variable cuando colapsaron en febrero/marzo de 2020 y de nuevo durante el bache de septiembre.

    En las jornadas en las que las acciones estadounidenses se desplomaron en 2020, la correlación entre los bonos del Tesoro de EE. UU. y el S&P 500 (Gráfico inferior izquierdo) se mantuvo por debajo de -0,4. Por su parte, en Europa, las rentabilidades de los Bunds alemanes a 10 años se adentraron en territorio negativo cuando los mercados de valores se desplomaron en marzo y septiembre. Sin embargo, las correlaciones entre los Bunds y el MSCI Europe Index (Gráfico inferior derecho) fueron todavía más negativas durante estas corrientes de ventas y cayeron hasta un nivel próximo a –0,5. En otras palabras, los bonos de deuda pública se volvieron más defensivos cuando la situación más lo necesitaba.



    Las correlaciones pueden ser inestables. En las tres últimas décadas, la correlación inversa entre acciones y bonos se ha roto en varias ocasiones. Más recientemente, a comienzos de marzo, el aumento de las rentabilidades de los bonos del Tesoro a 10 años (y la caída de los precios de los bonos) dio lugar a una debilitación de la renta variable, lo que se tradujo en una correlación positiva muy baja entre los mercados. Sin embargo, históricamente estos episodios han sido breves y la correlación siempre ha regresado a territorio negativo.

    A corto plazo, esperamos altibajos ocasionales en la correlación entre los bonos del Tesoro y las acciones —hasta alcanzar un nivel ligeramente positivo—, gracias al respaldo de los bancos centrales y a un reajuste periódico de las rentabilidades de los bonos cuando la economía se recupere. Pero más a largo plazo —y particularmente durante los episodios de aversión al riesgo—, creemos que las correlaciones negativas prevalecerán y que los bonos de deuda pública deberían proporcionar un ancla fundamental a barlovento.

  2. Equilibrar los riesgos opuestos.

    A pesar de que la duración ofrece protección frente a las pérdidas relacionadas con el crédito, una asignación saludable a diversas fuentes de crédito permite a los inversores participar de las subidas cuando los activos de riesgo repuntan. Ese es precisamente el motivo por el que la mayoría de los inversores deben mantener en cartera tanto activos que generan rentabilidad como activos que mitigan riesgos.

    De hecho, entre las estrategias activas más efectivas se encuentran aquellas que combinan los bonos de deuda pública y otros activos sensibles a los tipos de interés con los activos de crédito orientados al crecimiento en una única estrategia gestionada de forma dinámica.

    Este enfoque puede ayudar a los gestores a manejar la interacción entre los tipos de interés y los riesgos de crédito, y a tomar mejores decisiones sobre qué dirección tomar en un determinado momento. La capacidad de reequilibrar activos que mantienen una correlación negativa ayuda a generar rentas y una potencial rentabilidad, al tiempo que se limita el alcance de las caídas.

  3. Inclinarse por el crédito.

    En esta fase de la recuperación, creemos que los inversores deberían pensar en inclinar la balanza hacia el crédito. Los activos de riesgo como los títulos corporativos de alta rentabilidad tienden a generar una rentabilidad superior en un entorno de subida de tipos, especialmente cuando las expectativas de inflación están aumentando. Esto se debe a que estas condiciones típicamente van de la mano de un crecimiento económica sólido que favorece al crédito. Si esto le suena familiar, es porque ese es nuestro entorno actual.

    Los inversores a los que les preocupa seriamente la subida de la inflación podrían plantearse estrategias de protección frente a la inflación explícitas. Sin embargo, los inversores no se limitan a los bonos vinculados a la inflación a la hora de construir una cartera para todas las estaciones.

    Con unas rentabilidades relativas atractivas y bajos nivel de correlación con los bonos de deuda pública, muchos sectores de crédito juegan un papel defensivo en los entornos inflacionistas y de subidas de tipos. La clave está en diversificar. Busque perfiles de riesgo/rentabilidad atractivos en los distintos sectores y regiones, con diversos regímenes de tipos de interés e inflación. Y sea selectivo. Los fundamentales importan.

    En un mundo con más de 17 billones de dólares estadounidenses de deuda con rentabilidad negativa, algunoas parte del mercado de crédito corporativo global destacan en tanto que son un grupo de activos amplio que ofrece unos niveles de rentabilidad atractivos. Los fundamentales son generalmente favorables, las empresas han aprovechado los tipos de interés bajos para hinchar sus colchones de liquidez, y las condiciones de la oferta y la demanda son muy positivas.

    El sector financiero debería beneficiarse de una recuperación económica y de la subida de los tipos. Cuando suben los tipos de interés, también lo hacen los márgenes de los bancos, y mejoran sus perfiles crediticios. En Europa, por ejemplo, las rentabilidades de los bonos subordinados de capital adicional de nivel 1 del sector bancario europeo superaron a los de emisores de títulos de alta rentabilidad estadounidenses, al tiempo que aumentaron sus balances, mejorando sus ratios de capital y liquidez.

    Para obtener unas rentabilidades saludables superiores a las de los bonos corporativos con grado de inversión, los inversores en renta fija pueden sacar partido de los activos titulizados estadounidenses, cuyos flujos de efectivo subyacentes proceden de fuentes diferentes a las del crédito corporativo. En concreto, creemos que los títulos de transferencia del riesgo de crédito (CRT) —bonos respaldados por hipotecas residenciales emitidos por empresas promovidas por el gobierno estadounidense— resultan particularmente atractivos. Los CRT se benefician de unos fundamentales sólidos, gracias a la resiliente demanda del mercado de la vivienda estadounidense. Gracias a sus tipos variables, los CRT ofrecen protección frente a las subidas de tipos y una sólida defensa frente a la inflación.

    También esperamos que la deuda de mercados emergentes se vea favorecida por la depreciación del dólar estadounidense, los constantes estímulos fiscales, las valoraciones atractivas y la fuerte demanda de rentas de los inversores en un entorno de bajas rentabilidades.

    ¿Qué tienen en común estos sectores diversos? Todos ellos deberían beneficiarse si la vacunación continúa, las economías reabren y el crecimiento repunta, provocando una contracción de los diferenciales de crédito.

La subida de tipos beneficia a los inversores a largo plazo

Sabemos que el aumento de las rentabilidades de los bonos puede ser doloroso a corto plazo cuando caen los precios. Sin embargo, a largo plazo las subidas de tipos son positivas para los inversores en bonos. El motivo es el siguiente: las rentas que generan los bonos en forma de pagos de cupón se reinvierten a tipos nuevos y más elevados.

Veamos un ejemplo para comprobar cuál podría ser el impacto real de las subidas de tipos sobre una cartera de bonos. Hemos elaborado un modelo de una cartera sencilla de bonos del Tesoro y la hemos «estresado» asumiendo una subida de tipos repentina de 125 puntos básicos. ¿Cómo se comportaría su rentabilidad inmediata? Y después, ¿cómo serían los años siguientes (Gráfico)?



En primer lugar, la cartera experimenta una caída inicial del precio —una experiencia indudablemente dolorosa—. A pesar de esto, la cartera sigue generando rentas y los inversores que permanecen pueden reinvertir esas rentas a un tipo más elevado. Esto ayuda a compensar la pérdida de precio y finalmente la anula por completo; en menos de dos años nuestra cartera vuelve a estar saneada. Y en un plazo de tres años, la cartera no solo ha alcanzado el nivel en el que se encontraría si los tipos nunca hubiesen subido, sino que también vale más y está creciendo más rápidamente. En ese punto, el inversor está mejor.

Esta es nuestra regla de oro: mientras la duración de su cartera sea más corta que el horizonte de inversión, las subidas de tipos le beneficiarán —con independencia del alcance de la subida de tipos—.

De hecho, con las estrategias correctas establecidas, las subidas de tipos pueden ayudarle a mantener a flote toda su asignación de activos.

Las opiniones expresadas en este documento no constituyen análisis, asesoramiento de inversión ni recomendación de negociación y no representan necesariamente las opiniones de todos los equipos de gestión de carteras de AB. Las opiniones pueden cambiar a lo largo del tiempo.